domingo, 6 de mayo de 2012

Jerry Yang y David Filo, fundadores de Yahoo!

El primer contacto entre Jerry Yang y David Filo, fundadores de Yahoo!, se produjo cuando un profesor de arquitectura de computadoras le puso a Yang una de las peores notas de su vida. Filo, gracias a su pericia con los ordenadores, era por aquel entonces asistente del profesor y Yang se fue hecho una furia a protestarle. No consiguió que le cambiaran la nota, pero a ese primer encuentro –del que Filo confiesa no acordarse- le siguió posteriormente una amistad que daría lugar a la marca más conocida de la Red.
Una genialidad nacida del aburrimiento

La idea de crear Yahoo! surgió cuando ambos preparaban su tesis doctoral en ingeniería eléctrica en la Universidad de Stanford, California, aprovechando que su asesor académico estaba tomándose un tiempo sabático en Italia. Como afirmaba Yang en una entrevista con la revista Time, "el trabajo era tedioso y laborioso, por decirlo de alguna forma, y a comienzos de 1994 comenzamos a vaguear y a pasar cada vez más tiempo en la recién nacida Web; empezamos a juntar una lista de los sitios favoritos de ambos, que llamamos ´La guía de Jerry para la World Wide Web´. Antes de que nos diéramos cuenta, gente de todo el mundo estaba utilizando la base de datos que habíamos creado."

Pocos meses después, en junio de 1994, le cambian de nombre por el de Yahoo! (Yet Another Hierarchical Officious Oracle; Otro Oficioso Oráculo Jerárquico). Sobre esta última fecha, también hay discrepancias. Como en todas las historias míticas, los datos no están claros y los protagonistas no se esfuerzan por deshacer el entuerto –Yang, el relaciones públicas de la pareja, afirma no acordarse de la fecha exacta.

Hasta entonces, los datos se almacenaban en el ordenador de Yang, apodado "akebono", y la herramienta de búsqueda en el de Filo, llamado "konishiki". Los nombres correspondían a dos famosos luchadores de sumo –una de las grandes aficiones de Yang- de origen hawaiano que lograron hacer sombra a los grandes maestros japoneses. Sus experimentos, al contrario que otros personajes como Bill Gates o Steve Jobs, no los realizan en un garaje, sino en un remolque que tenían inmovilizado cerca de la universidad de Stanford.

El tráfico no cesa de crecer y lo que nace como un divertimento pronto se les va de las manos. La Universidad de Stanford les invita "amablemente" a desalojar sus servidores e irse con los muebles a otra parte. Es entonces cuando Marc Andreesen, cofundador de Netscape, les ofrece albergar sus páginas en sus servidores. Cuando Netscape incluye a Yahoo! en su directorio de Red el tráfico se dispara un 40%. En vista del fulgurante éxito, Mike Mortiz, de Sequoia Capital, cede un millón de dólares a la joven pareja para que funden su propio negocio.

En noviembre de 1994 la página ya tiene 170.000 visitantes al día y apenas tres años después, en 1998, son 850.000 los que buscan información a través de Yahoo!. Tantos que ese año se permiten el lujo de percibir unos ingresos netos de 203 millones de dólares, algo que, aún hoy, es muy raro para una empresa puramente de Internet.

Dos estudiantes con exceso de imaginación

Jóvenes, austeros y sobradamente preparados

Ni Yang ni Filo llegaron nunca a terminar el doctorado. "Si ahora quisiéramos terminarlo tendríamos que elegir otro, pues el que nosotros estudiábamos ya se ha quedado obsoleto", afirmaba Yang en una entrevista. Pero sin Stanford quizá sus pasos nunca se hubieran cruzado.


Yang, el extrovertido de la pareja, nació en 1968 y su verdadero nombre es Chih-Yuan Yang. Emigró con su familia –su padre murió cuando él tenía dos años- a San José, California, a la edad de 10 años y desde que era pequeño, según su madre, "mostró una curiosidad precoz".


Los sueños de Yang no pasaban por vender hamburguesas en McDonald´s durante los meses de vacaciones; en su lugar obtuvo unas prácticas de verano en el túnel de viento de la NASA/Centro de Investigación Ames en Moffet Field, Mountain View. Yang se graduó en ingeniería eléctrica en Stanford y fue cuando estudiaba becado el doctorado cuando conoció a Filo, del que se hizo amigo durante un intercambio académico de verano en Kyoto.

Este último, dos años mayor que Yang, tiene una personalidad radicalmente distinta y es famoso por rehuir el contacto con la prensa. Tal es su aversión a los títulos que en 1996 renuncia a su puesto de director de Yahoo! y cambia su título de "Chief" (jefe) por "Cheap" (barato). Nacido en Louisiana y licenciado en ingeniería informática por la Universidad de Tulane (Nueva Orleans), su padre solía llamarle "yahoo" –nombre tomado de uno de los personajes de "Los cuentos de Gulliver"- cuando de pequeño hacía alguna trastada.

Sus personalidades opuestas les permiten repartirse las funciones como buenos hermanos. Yang es la cara pública de la compañía y el encargado junto con el CEO, Tim Koogle, de diseñar la estrategia corporativa del negocio; Filo, por su parte, permanece oculto entre bambalinas y se encarga del desarrollo de programas.


Tanto Yang como Filo son multimillonarios –sus acciones valían más de 6.000 millones de dólares a finales del mes de julio de 2000- y sin embargo la austeridad de ambos contrasta con el derroche y ostentación de otros personajes del mundo de Internet como Larry Ellison o Jim Clark. Hasta finales de 1997 –más de un año después de la salida a Bolsa que les hizo millonarios- Yang volaba en clase turista y utilizaba un módem de 28,8 kp/s, "para experimentar lo mismo que un cliente normal".

Su desdén por su fortuna es legendario. Cuando la empresa salió a Bolsa, Yang afirmó que para él era irrelevante saber cuántas acciones tenía. "con 28 años no necesito el dinero, no lo quiero y no quiero pagar impuestos. Es todo papel."

Sus palabras, que podrían parecer artificiosas puestas en boca de otro personaje, no lo son tanto cuando uno repasa su corta historia. El primer salario que se pusieron ambos fundadores fue de 40.000 dólares; hasta entonces, los dos vivían en su remolque, rodeados de cajas de pizza semivacías, sacos de dormir, palos de golf y mierda como para hacer gritar de espanto a más de una madre. Las imágenes de ambos descalzos, en vaqueros y camiseta y con cara de no haber dormido en muchos días pasaron a formar parte de la iconografía mítica de la Red.


Visionarios con mucha convicción y sentido común

Yahoo no fue la primera herramienta de búsqueda, ni siquiera disponía de la mejor tecnología. Distribuidos por toda la geografía norteamericana, otros trabajaban en el desarrollo de herramientas parecidas e incluso más potentes como Lycos, Infoseek o Excite (antiguamente llamada Architext).

Sin embargo, Filo y Yang, apoyándose en su ferviente convencimiento de que la mejor herramienta de catalogación es el ser humano, fueron capaces de diseñar un plan de negocio sólido y sencillo para mantenerse a flote en unas aguas repletas de pirañas. Desde el principio, tuvieron claro que su fuerza no residía en la automatización de la herramienta de búsqueda, sino en la calidad de la clasificación de los diferentes nodos. A esto añadieron la genialidad de confiar en un producto gratuito financiado únicamente por patrocinadores y anunciantes, que luego defendieron contra viento y marea –y contra desconfiados VCs como Mike Mortiz-.

Los fundadores de Yahoo! pensaban en Internet como un entorno abierto; para ellos, su función era ofrecer todo tipo de información y no aprisionar a los usuarios dentro los confines de su nodo. Yahoo! fue una de las primeras grandes empresas en construir su plataforma utilizando código abierto (open source): servidores Apache, sistema operativo FreeBSD y lenguaje de programación Perl.

Ambos jóvenes fueron conscientes de que ellos no tenían capacidad para gestionar una gran compañía; eran ingenieros y no empresarios. Así que se formaron un equipo gestor que les permitiese concentrarse en su punto fuerte, la gestión del producto. En 1995 ficharon a Tim Koogle, también graduado en ingeniería en Stanford, que se convirtió en CEO de Yahoo!

En abril de 1996 la compañía salió a Bolsa, con un prospecto de emisión que en palabras de la revista Fortune "era un modelo de candidez", y su cotización se disparó en un día un 154%.

Sin embargo, durante el segundo día de cotización la acción perdió la mitad de su valor y no volvió a subir en todo el año. En vez de rendirse, Yang y Filo contrataron a una afamada publicitaria y se dedicaron a construir una marca que entonces muchos confundían con una bebida chocolateada y a llenarla de contenidos y servicios que satisficieran a los visitantes.
Qué hacer cuando se crea un monstruo
Con una capitalización bursátil cercana a los 73.000 millones de dólares –superior a la de Telefónica, la mayor empresa española- lo que se originó como una simple base de datos para facilitar la navegación de los amigos ha terminado convirtiéndose en un gigante empresarial.
Filo y Yang son ahora conscientes de lo difícil que es mantener el ambiente lúdico y creativo de los comienzos cuando la empresa es continuamente escrutada por la mitad de los analistas de Wall Street. En el camino hacia el éxito se han perdido alguno de los ideales originales, argumento utilizado por los detractores de la compañía, que opinan que Yahoo! ha dejado de lado su función principal, la de catalogar y evaluar los nuevos nodos de Internet, en favor de opciones más comerciales.

Algo de razón no les falta: Yahoo! se ha transformado, junto con AOL, en el portal que todo lo abarca. De repente, Internet, un medio que nació con el propósito de ser descentralizado, se ve amenazado por el centralismo corporativista de los jugadores más grandes de la Red. Si Jerry Yang confesaba en una entrevista con la revista Time en 1998 que el propósito de Yahoo! no era retener a los usuarios, hoy los múltiples canales y servicios que ofrece su nodo persiguen exactamente lo contrario. El componente humano del Yahoo! –que Yang consideraba más un producto de ingeniería social que un simple programa informático- se va perdiendo lenta e inexorablemente.
A pesar de ello, las virtudes de Filo y Yang sobresalen muy por encima de sus defectos –en gran parte inevitables-. Durante todos estos años han conseguido mantener la independencia de su nodo, evitando la tentación de fusionarse con un gran grupo o incluso de vender sus acciones –que ambos conservan apenas intactas-. Han sabido crear una marca verdaderamente internacional, la Coca-Cola de la Red, mediante la creación de versiones nacionales gestionadas localmente. Han sido lo suficientemente inteligentes como para formar alianzas con los principales proveedores de contenido del mercado y también han aprendido a convivir con la tensión de satisfacer los requerimientos de un mercado que les exige crecer de forma desmesurada. Todo con grandes dosis de trabajo (Yang confiesa que su principal diversión cuando no trabaja es… dormir) y sin dejarse impresionar por el brillo del oro –como sugiere en otro artículo Red Herring, "nadie puede acusar a Jerry Yang (y tampoco a David Filo, habría que añadir) de estar borracho de éxito".
Su mejor tributo es que todavía cabe imaginárselos, seis años después, sentados en sus despachos, en el asiento de un avión o bajo los focos de la prensa, con nostalgia por aquellos tiempos en los que llegaban a su ordenador saltándose las cajas de pizza y los palos de golf desperdigados por el suelo de su antiguo remolque.

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